CAPITULO II (ver diccionario click aqui)
Paulo y Debora, habían empezado a conocerse
de tal manera que ya no necesitaban palabras. Habían desarrollado un lenguaje
romántico propio, una pantomima, una amelotastisis en la cual los
dos pretendían tener el control, era inevitable, como
también fue inevitable su primer beso.
Describir detalles de ese beso, no tendría sentido
en esta historia – No compartiría detalles del lambitus de nadie-. Ese
detalle lo dejare a su imaginación. Solo diré que allí empezó toda una aventura
romantica que doblegaría hasta al peor de los insensibles e
autocateteristas de hoy.
Detenidos en el placer, comenzaron a
robarse el tiempo, robarse sabores, aromas, recuerdos, canciones y
las sonrisas en medio de la clismafilia que genera la confianza de un
extraño por quien darias la vida. Se habían convertido en los protagonistas de
la raptofilia mas envidiable que jamás hubiese sospechado. Pero el tiempo
robado no retorna, y aunque nadie se baña dos veces en un mismo rio, ellos
parecían estar hechizados en una búsqueda de interminables afectos kagaseyos.
Devora jamás entendería lo que estaba por suceder.
Los días habían pasado, todos los caminos empezaban a tomar rumbos diferentes. Paulo, ya cansado
de su timidez y sin historias que contar, más que las historias del
típico trabajo candaulistico de cualquier joven, decidió partir.
Paulo… mi buen
amigo Paulo el maestro de las artes de la belonefilia,
de las plantas hasta el dendrofilio, fiel practicante del juvenilismo
casi al punto de caer en fanatismo, exquisito artista de la escritura castiza y
preparador de los alimentos sanos, empieza a sufrir de amor.
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